19 junio 2010

El camino de Saramago

Que la palabra de Saramago sea con todos los hombres de buena fe. Su cuerpo ha dicho adiós. Su mente dijo hola para siempre hace 87 años. Ha muerto el alumno más aventajado de la podrida escuela de la condición humana. Un eterno aprendiz, un maestro por siempre. Al enterarme, lloré. Pero me calmé enseguida sabiendo que Saramago se queda para siempre. Y con él, la esperanza y la conciencia. Permanece la pregunta, la respuesta, la palabra y el misterio. Nadie como él ha sido capaz de bucear en las entrañas de lo humano; de desnudarnos a todos. Ninguna ceguera fue tan esclarecedora.

Se queda para siempre su lección sobre lo humano. El escritor de los ciudadanos comunes dejó de soñar despierto. Pero el mundo necesita de Saramago. Aprender de él, aplicar su palabra, descubrir la sencillez. Y la fuerza de los ciudadanos comunes. Ha dicho adiós el cuerpo del escritor de lo ingrato. Hombres como él hacen mejor al hombre. Queda para la Humanidad el más bello alegato al espíritu jamás contado. La moral de Saramago. Un disputante con dios y los miedos inventados.

Su cuerpo ya ha dicho adiós. Pero la herencia cultural, moral, reflexiva, contemplativa, artística, crítica y desveladora que nos dejá ha de ser la llave para que sepamos andar el camino que alumbró Saramago con su escritura: El del Amor Humano. Los ciudadanos comunes le vamos a estar eternamente agradecido, Maestro Saramago. Porque usted ha sabido hacerse la pregunta más sencilla del mundo en muchas circuntancias diferentes: ‘¿Y si pasara que...?’. Pero, por encima de todo, porque ha sabido darle respuestas prácticas. Muchas gracias, Maestro.

Soy un simple ciudadano común al que siempre vas a acompañar. Nos quedamos con tu lucidez, tu vehemencia, tu bondad y tu servicio. Los humanos decimos hasta siempre a un pensador bondadoso. Ahora toca aprovecharse de él, de su obra, de sus ideas, de sus palabras... Del camino que él abrió para que el hombre lo andara. La muerte no entiende de inmortales. Pero la vida, sí. Por eso, donde quiera que esté, gracias, señor Saramago, por poder encontrarle siempre. Muito obrigado.

Joaquín Cabanillas S.
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