12 junio 2007

Caballo ganador

No sé si es una cualidad innata de los que nacimos en torno a 1979 o de sólo un grupo de pirados que nacieron en torno a esa fecha, lustro arriba, lustro abajo. Nos llamaron la generación X, teníamos un factor que ninguna cadena de televisión de la época explotó, y menos mal. Fuimos el eslabón de transición entre nuestros mayores y nuestros ya jóvenes. Conocimos las calles de Lepe sin asfaltar, como nuestros abuelos, fuimos los pioneros en usar las consolas de videojuegos, como nuestros hermanos pequeños, inauguramos el botellón y participamos en alguna que otra manifestación estudiantil y medio-ambiental. Nos pasamos de rebeldes pero nunca nos olvidamos de nuestras obligaciones personales, y con más o menos esfuerzo, mayor o menor éxito profesional, aquí estamos rozando los treinta. Casi media vida nadando contracorriente; grunges cuando lo que pegaba era el flamenco, flamencos cuando lo que ahora pega es el Regatón, y como este ejemplo, tres mil quinientos dos, que para eso somos leperos.

Es época de reflexionar, nos dicen, de enterrar el espíritu del joven revolucionario para adoptar el del adulto responsable y, por supuesto, conservador. Ya se sabe, quien no es revolucionario cuando joven no tiene corazón y quien lo sigue siendo de mayor, no tiene cabeza… nos recuerdan. Por eso me alegro de formar parte de este grupo de pirados que no son capaces de soltarse de esa rebeldía que nos aleja del conformismo, que nos acerca a las personas porque nos importa la cultura y la educación crítica, que nos aleja de lo banal y nos confunde en la filosofía de lo que puede ser con el esfuerzo de todos. Me alegro de que me sigan llamando loco, de que me tachen de tener poca cabeza, porque seguiré nadando contracorriente hasta la muerte, porque siempre estaré lejos, muy lejos, del caballo ganador, por muy caballo que sea.

Publicado en Lepe Urbana, junio de 2007

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