16 marzo 2007

Simplemente, recuerdos

El olor a pan recién horneado inundaba de amanecer las calles de aquél veraniego barrio. Sólo en verano el barrio era barrio y familia a la vez, ya que sus moradores, jóvenes y mayores, habitaban en las afueras de las casas, amuralladas en invierno frente a la televisión y los braseros.

Han llegado los nuevos, gritaban algunos zagales en carzonas y blusas de manga corta corroídas por el sol que tiznaba sus caras y por el arrastre de los cuerpos infantiles por las tuberías del regajo próximo.

El plan A era jugar frente a la casa de los nuevos, que no se sabía de qué recóndito lugar del mundo llegaban, pues por aquellos tiempos todo lo que no pudiese cubrirse pedaleando quedaba demasiado lejos.

Pasaremos al plan B, argumentaron los niños pasados algunos días de la llegada de los forasteros (extranjeros a su inocente razón). La carta, escrita a lápiz en una hoja de doble raya arrancada del cuaderno de las clases del verano, surtió el efecto que a todo plan B caracteriza, y los nuevos dejaron de ser nuevos para pasar a ser Franci de Cumbres Mayores, Sonia de Málaga o Teresa de Ciudad Real. Amigos de verano que se esfumaron para siempre una vez hubo llegado de nuevo los braseros, las casas amuralladas y el frío invierno.

Publicado en Lepe Urbana, marzo de 2006

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