25 septiembre 2007

El cambio

Era la cuarta vez que cerraba un libro de autoayuda. Su mirada estaba de nuevo abierta al mundo, a lo positivo, al cambio que había decidido comenzar porque así lo creía, comprendía que era absolutamente necesario que fuese adaptando sus pasos de vida a la propia vida. El cambio, pensaba. Con esta nueva lectura había descubierto la verdadera razón por la que nunca se sentía satisfecho. Vivía en una sociedad en la que se premiaba lo perpetuo, en la que se intentaba asegurar el mismo puesto de trabajo, el amor, los amigos, el barrio, la casa, la imagen y un largo etcétera del que pasó de seguir enumerando. Era imposible, la vida era mucho más que eso, mucho más que estaciones encasilladas en el calendario, mucho más que las horas que pasaban en su reloj de estrés y desordenado orden. Tenía que cambiar, tenía que cerrar una o dos puertas y abrir otras, tenía que perdonarse a sí mismo el tener que dar un paso atrás para que los próximos fueran dos hacia delante, o no, o más atrás. Paró un momento, seguía pensando igual, no hay pasos atrás, se decía, sino cambio. Para cambiar había que empezar de nuevo, adaptarse a la nueva vida. Sí, así era, no podía seguir pensando de esa forma y lo tenía bastante claro, quería empezar de nuevo. La vida es un continuo cambio y hay que adaptarse, la idea resonó en su celebro como una iluminación, pero había algo que aún le preocupaba, o le dolía. Salió corriendo, entró en la biblioteca municipal, recorrió la estantería de los libros de autoayuda y encontró uno que se titulaba: Coraje. Abrió la primera página y comenzó a leer.


Publicado en Lepe Urbana, septiembre de 2007

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