21 junio 2006

En saco roto

Arrastrado por el suelo entre cenizas, polvo, y cajetillas de tabaco. Pisado, quizás, por el pie de las frustraciones ajenas; no soy nada más que la colilla de otro cigarrillo usado. Así me siento, Alberti. Avergonzado por cada vez que hablo con un adolescente, por cada vez que me doy cuenta de que no te conocen, de que se pudren con la sabiduría del necio, con el saber que les da el conformismo, con la vaguedad y el desprecio hacia tus palabras, García Márquez.

Arrastrado por el suelo, solo. Deprimido, vilipendiado, atormentado, absorto, sin querer mirar ni atrás ni adelante. Quemado en cada calada de indiferencia hacia tus libros, Saramago, hacia tu poesía, Juan Ramón, hacia las humildes letras de estos Enlabiadores de la nada.

Pesimista y abatido ante la sociedad que nos depara el mañana. Donde los jóvenes creen haber encontrado la libertad en el no pensamiento, en la embriaguez de la mente entre drogas y juegos virtuales, en dejar pasar el tiempo entre desfase nocturno y almuerzo, entre culebrones televisivos y puñetazos en formato móvil.

Con un peso interior que me doblega, que me arrastra por el suelo, así me siento Coelho, Federico, Bucay, Machado, Arturo, Bécquer, Dacosta… Porque os han convertido en fósiles, porque vuestras palabras no se valoran, porque con vuestra muerte literaria veo más cerca la mía. Aprendiz de todos vosotros, humilde seguidor de vuestro saber, eterno principiante. No sé si colgar mi pluma, o mejor dicho, las teclas de mi ordenador. No sé si merece la pena que nuestras palabras sigan cayendo, entre las jóvenes raíces del mundo, como en saco roto.

Publicado en Lepe Urbana, junio de 2006
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