10 julio 2006

Plantón de la gloria

Y el suelo anocheció con la resaca de una noche que pudo ser… Y fue… sin serlo… Y se fue siendo una muestra más de esa manía de nuestra cultura de creernos antes de serlo, de imaginarnos antes de reconocernos, y de identificarnos con el superior para poder justificar un triunfo en forma de embriaguez. La tristeza envolvió a la festiva suciedad que ocupaba el suelo, y a todos los que habían colaborado con la fe en culminar, al menos una de una vez, la proeza de los semejantes.

Y todo tomó forma de fracaso. Las botellas, que pudieron estar medio llenas hasta que el día mandara, se tornaron medio vacías; La piscina, insinuante como cada noche de verano, se quedó anhelando la salpicante ocupación de sus aguas; los coches, temerosos ante el abuso de bocina que se avecinaba, silenciosos; las sillas, desordenadas, sin mirarse; las sonrisas, con ese dibujo de resignación que la delatan hipócrita con su auténtico mensaje.

Fue una noche que pudo ser… Pero fue otra noche de ausencia: de la gloria en la que nuevamente habíamos confiado pese a sus repetidos plantones; de derrota: de todo un pueblo que siempre tiende la mano, con su maltratada confianza, a aquellos que pueden alejarlo, por momentos, de sus desamores, deudas, apatías y rencores; de resignación: de unos espíritus cansados de su derrota; de asunción: del carácter ganador siempre transformado en realidad perdedora cuando más ilusiones nos hemos-han creado en darle la vuelta a nuestro lugar en cierta parte de la historia.

Pero así somos… Uno más en el mundo… Francia nos ganó… El suelo fue limpiado hasta una próxima cita con el espíritu del pueblo, que es lo que nos queda, a ratos, aunque la gloria amenace con repetir su plantón.
(Publicado en julio de 2006 LU)

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