En diferido
Si yo te contara, Pepe. No. No digo que no tengas razón, pero para qué esforzarse en demostrarlo. No hacen falta ni papeles. Claro, Pepe, claro. Los de siempre, por lo mismo y es que no hay otra forma. ¿Te acuerdas de aquello? Pues ahora es igual, sin máscara ni veneno. Sí, tienes razón, pero tanto da. Si yo te contara, Pepe.
¿Tengo razón o no? Sácalo a la luz, porque son los de siempre, ¿verdad? Claro que me acuerdo. ¿Tengo razón o no? Pues cuéntame.
No es tan fácil como crees. Todo ocurrió muy deprisa, sin paradas, como el tiempo y un sueño. De pronto, envuelto en aquella marejada, se me vino todo encima, todos atacándome desde la balconada, arrojando piedras como injurias y yo, indefenso, no pude más que correr, hacia adelante. Como casi todo el mundo.
¿Cómo ocurrió? ¿Qué más? Supongo que harías algo para evitarlo. Te diré que te están marcando, como a todos. Si son los dueños, ¿qué puedes hacer? Nadie te creería. Tienen su guardián de la torre, su perro de presa, su videovigilancia, los juegos ajenos, voluntades y hasta el sol luce más fuerte si ellos ordenan hacerlo.
En las huidas sin control siempre se pierde algo, ¿sabes? Creo que lo entiendes. Por mucho que me digas y cuentes, estamos los dos solos, sin más protección que nuestras manos. Claro. Tenemos nuestras armas también, pero ¿a qué usarlas sin red? Hemos perdido un poco la partida. Sí, las habrá.
Como siempre. Claro. Algo más hay, existe. Acaso no tenemos armas. Sí, tenemos, hay red. Un respaldo, un respeto, muchos respetos juntos, ganados a golpes de verdad, de piedras contra fusiles durante tantos años.
Creo que ganaremos, ¿verdad, Pepe? No podemos dejar que nos aniquilen.
No, pero, ay, amigo, deja ya de ver películas de guerra, que estamos todos y somos todos y, como siempre, venceremos.
(publicado en febrero de 2006)
¿Tengo razón o no? Sácalo a la luz, porque son los de siempre, ¿verdad? Claro que me acuerdo. ¿Tengo razón o no? Pues cuéntame.
No es tan fácil como crees. Todo ocurrió muy deprisa, sin paradas, como el tiempo y un sueño. De pronto, envuelto en aquella marejada, se me vino todo encima, todos atacándome desde la balconada, arrojando piedras como injurias y yo, indefenso, no pude más que correr, hacia adelante. Como casi todo el mundo.
¿Cómo ocurrió? ¿Qué más? Supongo que harías algo para evitarlo. Te diré que te están marcando, como a todos. Si son los dueños, ¿qué puedes hacer? Nadie te creería. Tienen su guardián de la torre, su perro de presa, su videovigilancia, los juegos ajenos, voluntades y hasta el sol luce más fuerte si ellos ordenan hacerlo.
En las huidas sin control siempre se pierde algo, ¿sabes? Creo que lo entiendes. Por mucho que me digas y cuentes, estamos los dos solos, sin más protección que nuestras manos. Claro. Tenemos nuestras armas también, pero ¿a qué usarlas sin red? Hemos perdido un poco la partida. Sí, las habrá.
Como siempre. Claro. Algo más hay, existe. Acaso no tenemos armas. Sí, tenemos, hay red. Un respaldo, un respeto, muchos respetos juntos, ganados a golpes de verdad, de piedras contra fusiles durante tantos años.
Creo que ganaremos, ¿verdad, Pepe? No podemos dejar que nos aniquilen.
No, pero, ay, amigo, deja ya de ver películas de guerra, que estamos todos y somos todos y, como siempre, venceremos.
(publicado en febrero de 2006)
