Tele callada
La naturaleza, siendo plena vida, nada sabe sobre vida. En esos días volvió a aparecer dotando a la muerte de su viciosa virtud igualatoria.
Cuando los padres rompieron el silencio con su llanto, la sensación de la utilidad de mi visita creció con mi nerviosismo. Realidad y ficción estaban más ligadas que nunca. Las imágenes que ocupaban los televisores durante esos días imitaban a la perfección las proféticas construcciones hollywodienses. La noticia y la película situadas en el mismo plano de realidad, lo real y lo inventado sin línea divisoria; la gran tragedia tan presente como las tranquilas manos que mandaban un sms con la palabra ayuda al 343. La tragedia, como siempre, tan inspiradora de solidaridad.
La televisión callada, negra como el duelo, llevaba ya varios días sin informar a aquella familia de las grandes tragedias que se amontonaban más allá de aquel salón cubierto de tragedia. Mientras, en aquel salón, en Asia, en cualquier parte, el caos pincelaba todos aquellos sentimientos que minimizan al hombre a la categoría de ser sufriente. La eterna muerte nunca se olvidará de nosotros.
Dejé la cuchara semihundida en la sopa apartada demasiado caliente, y al mirar al más fiel compañero de comida, el agua devolvía la vida tragada transformada en muerte mientras el niño, feliz aprendiz de habitante en la vida, lloraba desconsolado porque el balón nuevo traído por los magos de enero se estaba desdibujando por su uso.
Por más que intentes describir la pena, la pena se aleja de la red de la palabra, se encierra en la amargura del rostro, en el dolor de la mirada rota por la fuerza de lo imprevisible. El abuelo, tristemente vivo, yacía en la niebla del no sentido, del sí sentir, y hubiera cambiado su vida un millón de veces por la del desafortunado nieto que, sorprendido por la carretera, abandonó sus ilusiones a los veintiséis años, viviendo la muerte, muriendo la vida de aquella familia silenciada por la gran tragedia, callada como aquel televisor que ahorraba sufrimiento con su silencio.
Los dejé callados; tocados para siempre por el incontrolable sentimiento de la ausencia, por la agónica seguridad del no volverá, por la vida sin vida, por la gran tragedia, la tragedia.
(Publicado en... otros tiempos)
