17 febrero 2006

Una carta

Querida mamá:

Espero que todos estéis bien en casa. Hace tiempo que no os escribía, ya lo sé, pero es que hemos tenido unos días muy duros, trabajando a más no poder. Hemos tenido buena pesca y dentro de poco esperamos poder ir a puerto para descargar. Yo aquí os echo mucho de menos y me acuerdo mucho de ustedes. Dale un beso muy fuerte a mi hermano Pepe, a su mujer y al chiquinino, que ya debe estar muy grande, y cuando reces por papá, no te olvides de incluirme en los recuerdos que le mandes.

Bueno, mamá, la cosa por la que te escribo hoy es porque he estado esperando a que se acercara la romería. Cuando recibas esta carta ya estaréis muy cerca de la Bella, de su camino, de sus trigales, de la Tinajita, del Terrón, de la ermita. Se me sale el corazón del pecho al saber que este año tampoco voy a poder estar con ustedes. Un año más, una espera más, mamá. No pasa un día en que no le pida a la Virgen de la Bella que os proteja y os quiera, no pasa un día en que no le rece a mi Patrona y la de mis compañeros y amigos que están embarcados aquí, tan lejos, en Mozambique, y otros que están en Angola, en Mauritania, en Argentina, pero tan cerca, dentro de nuestros corazones y almas forjados a golpe de olas, de sol, de sacrificio y de amor por Ella y por todos vosotros.

Mamá, anoche soñé que estaba haciendo el camino junto a ustedes, a mis amigos y la Madre. Soñé con que os tenía a todos a mi lado, con que le rezaba la Salve, con que cantaba sevillanas a lo largo de la senda que nos llevaba otra vez abajito del Cabezo. Anoche soñé con los vivas, con gritos sinceros de Bella, Guapa, Guapa y Guapa. Anoche soñé, mamá, y los sueños, aunque son sueños, también son recuerdos, porque con nosotros estaba papá, con su pelo cano, su bota de vino y su gorra campera. Con nosotros estaba mi amigo Fernando, que va a hacer seis años desde que se lo llevó el traicionero golpe de aquella mar, y también tito Juan. Anoche soñé, mamá, anoche recordé, anoche reviví la romería. Anoche, mamá, estuve con el alma junto a ustedes.

Tengo que terminar ya. Dale recuerdos a todo el mundo y, sobre todo, os pido que le recéis mucho a la Virgen Bella por mí y por todos los que como yo estamos fuera de casa para esta romería. En estos días más que nunca os echamos mucho de menos y os queremos. Y por nosotros no se preocupéis, mamá, porque nosotros aquí, en la distancia, juntaremos nuestras manos encallecidas y miraremos al cielo para ver dibujada en el azul de ahí arriba la figura de la Madre, nuestra Protectora. No se preocupéis porque rezaremos hoy y mañana y siempre, mamá, rezaremos para que la Bella nos permita volver a casa y estar de nuevo con ustedes dentro de poco tiempo.

Un beso y un abrazo, mamá. Juan.
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