30 noviembre 2011



















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19 junio 2010

El camino de Saramago

Que la palabra de Saramago sea con todos los hombres de buena fe. Su cuerpo ha dicho adiós. Su mente dijo hola para siempre hace 87 años. Ha muerto el alumno más aventajado de la podrida escuela de la condición humana. Un eterno aprendiz, un maestro por siempre. Al enterarme, lloré. Pero me calmé enseguida sabiendo que Saramago se queda para siempre. Y con él, la esperanza y la conciencia. Permanece la pregunta, la respuesta, la palabra y el misterio. Nadie como él ha sido capaz de bucear en las entrañas de lo humano; de desnudarnos a todos. Ninguna ceguera fue tan esclarecedora.

Se queda para siempre su lección sobre lo humano. El escritor de los ciudadanos comunes dejó de soñar despierto. Pero el mundo necesita de Saramago. Aprender de él, aplicar su palabra, descubrir la sencillez. Y la fuerza de los ciudadanos comunes. Ha dicho adiós el cuerpo del escritor de lo ingrato. Hombres como él hacen mejor al hombre. Queda para la Humanidad el más bello alegato al espíritu jamás contado. La moral de Saramago. Un disputante con dios y los miedos inventados.

Su cuerpo ya ha dicho adiós. Pero la herencia cultural, moral, reflexiva, contemplativa, artística, crítica y desveladora que nos dejá ha de ser la llave para que sepamos andar el camino que alumbró Saramago con su escritura: El del Amor Humano. Los ciudadanos comunes le vamos a estar eternamente agradecido, Maestro Saramago. Porque usted ha sabido hacerse la pregunta más sencilla del mundo en muchas circuntancias diferentes: ‘¿Y si pasara que...?’. Pero, por encima de todo, porque ha sabido darle respuestas prácticas. Muchas gracias, Maestro.

Soy un simple ciudadano común al que siempre vas a acompañar. Nos quedamos con tu lucidez, tu vehemencia, tu bondad y tu servicio. Los humanos decimos hasta siempre a un pensador bondadoso. Ahora toca aprovecharse de él, de su obra, de sus ideas, de sus palabras... Del camino que él abrió para que el hombre lo andara. La muerte no entiende de inmortales. Pero la vida, sí. Por eso, donde quiera que esté, gracias, señor Saramago, por poder encontrarle siempre. Muito obrigado.

Joaquín Cabanillas S.
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14 octubre 2008

Principio de memoria

Durante mucho, la función principal del tiempo fue acumular odio, enterrarlo bajo la tierra y esperar para desatarlo. Los años no pasaban en balde y un grupo de ilegítimos quiso legitimarse a fuerza de sinrazón y armas, desenterrando el odio amontonado y esparciéndolo por todo un país. Muchos quedaron inmovilizados de pensamiento pero fueron movilizados de obra, otros se defendieron atacando.

Era hora de la revolución, que entraba un 20 de julio en aquel pueblo, a las 9 de la mañana, sin avisar, por sorpresa, dejando el campo desierto de mano de obra, devolviendo, si alguna vez la poseyeron, la tierra a quienes la regaban con su propio sudor y la trabajaban con sus propias manos, hambre y miedo.

Ahí estaban, sin duda, Los Míos, enarbolando banderas sin trapo, proclamando la liberación, predicando otras palabras, barricadas, un tiroteo, muertos de bala, una bomba allá, libertad, igualdad y fraternidad rodeada del ánimo de revancha de siglos de estar justo debajo del látigo y de la vara, oyéndolos restallar y una iglesia y mucha gente alrededor, muchas ganas de devolver la prédica de la resignación, de las alianzas escritas y tácitas con los que retenían el hambre en sus vidas y en sus muertes, muchas ganas había, pues, de enjuiciar sin el juicio previo que ellos tampoco tuvieron la condenación bendecida desde el púlpito.

Ese día triste, alegre, de rabia, de coraje, de liberación, de pena, de violencia, de desprecio hacia el otro llegó, dejando por la noche la estela de un trozo de madera que se negaba a hundirse en las aguas del cercano río. Ese día fue el principio de la memoria, que muchos, muchísimos años después no hemos logrado recuperar y Los Míos, sí, Los Míos, siguen ahí abajo.

Publicado en Lepe Urbana, octubre de 2008.

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22 septiembre 2008

Apuntes del tiempo futuro

La hiperactividad es una promesa incumplida del cuerpo. Necesitas movilidad y no te sientes capaz de levantarte de tu cómodo asiento para pelear (cada día más, al contrario). Mi cuerpo se deshace poco a poco, minuto a minuto, pero me siento atrapado por todo mi entorno, que duerme los impulsos de mi corazón al canto de una suave canción que anestesia mis sentidos y no me permite ver lo que en realidad ocurre en este planeta llamado Tierra (o yo no quiero verlo). Los cuerpos sutiles, ingrávidos y gentiles del poeta están desapareciendo (están ahí, idiota, cógelos). La belleza de las cosas más simples, también. No tengo las fuerzas suficientes para comenzar una lucha yo solo, ya que nadie parece que quiera seguirme por los campos de batalla de la Humanidad (no te siguen, tú debes seguir a otros), ni siquiera aquellos que no tienen nada que perder porque no tienen nada. Dejarme morir (ah, el tiempo) es la solución cobarde, deshonesta, inmoral y fácil, y a mí siempre me gustó complicarme la vida (y tanto), pero, al fin y al cabo, el bagaje de mi paso por este mundo es nulo y a la hora de partir, como el gran Antonio, estaré a bordo, casi desnudo, porque soy y seré un hijo de la mar, que irá a parar al mar (o donde sea). Contra esto quisiera revelarme: contra mí mismo, que soy todos los hombres en uno. La rabia de uno es la rabia de todos contra todo (no te creas). No la contengamos. Muramos con dignidad, apoyándonos los unos a los otros: solidaridad, compañeros, solidaridad es la palabra (sí, pero vacía de contenido). Tú y yo y todos. Al enemigo invisible: tenderles una mano de hermanos para que acepten un nuevo orden que no será tal (así, ni de coña. Enemigos, sí; tontos, no).

(Más tarde) No quiero morir ahora (ni ahora). Las cosas están tomando un rumbo raro y me siento más perdido que nunca (bienvenido al estado perpetuo). Será que me estoy haciendo adulto (visionario, jugón). Pero, yo no quiero, de momento (irreversible). Espero impaciente el amanecer, que el sol ilumine mi camino (tranquilo). Siempre es de noche, siempre me rodean las tinieblas en los momentos de mayor lucidez (al contrario). No sé por dónde se pone mi sol. Quiero ver las cosas con luz natural, verlas claras, verlas venir, llegar, moverse, en libertad, cuando supongo que es de día y ha amanecido en los que me rodean, que ya han encontrado su sol (un día, pronto). Quizá mañana no sea el día. Pero, aquí estaré por si lo es (yo ya estoy allí).

Publicado en Lepe Urbana, septiembre de 2008.
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21 agosto 2008

Respuestas encapsuladas

Así nos vienen las respuestas: envueltas en material insípido porque las mismas son de sabor desagradable a nuestro paladar, escondidas bajo capas de vida superflua, enmascaradas y confundidas en un mundo en el que nada es lo que en apariencia se presenta.

Así nos vienen las respuestas y así pasan de largo frente a nuestra rutina. Indelebles al paso del tiempo e invisibles a nuestra pupila. Todo lo que nos preguntamos está ahí, en esas cápsulas que no queremos abrir, que nuestros estómagos no desean asimilar, que nuestros sentidos rechazan.

Pero aprenderemos a localizarlas, a identificarlas, a saber que siempre han estado ahí, persiguiendo nuestra estela, impulsando nuestra necesidad de querer asirlas, de taparnos la nariz y hacernos tragar con ellas… de liberarnos de esta hipócrita y vanidosa estructura que nos amarra al ser de la misma forma que son los que no quieren ver.

Llegará el día, llegará. Desencapsularemos nuestras respuestas, cambiaremos nuestra penosa existencia. Nos desarrollaremos como un hombre nuevo, como una mujer distinta. Olvidaremos el esfuerzo de vivir porque la nueva vida será la que deseemos verdaderamente, sin ataduras, sin más sorpresas que lo nuevo, que el comenzar una nueva historia en la que seguimos siendo, individualmente, los únicos protagonistas. Ánimo.

Publicado en Lepe Urbana, agosto de 2008.

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15 julio 2008

Once Mandamientos

Poemas que mantienen encendido el lado en el que habitan mis recuerdos; rincones que jamás he confundido, lo mismo que mis Once Mandamientos.

El primero, no tener ninguno… Ninguno que me mande demasiado adentro. Va segundo, que si llego adentro y no recuerdo el momento, vuelvo al primero corriendo y salto para el tercero… que me manda ser sincero entre verdades prohibidas, creyendo que en esta vida no sólo mandan los ceros. Y sincero surge el cuarto, el que manda la palabra, confiando que el que habla de escuchar nunca está harto.

Con el quinto, abnegación… siempre que mirar por otro me conceda la ocasión de conocerme a mí mismo sabiendo que no soy yo.

En el sexto, la tristeza… Para el siete, la razón… En el octavo, la euforia que me manda la visión de aquellos dos ojos negros que hacen bella mi pasión.

Nueve, pa’ mirar atrás: sacar pa’ fuera el olvido, y olvidarme de olvidar que todo lo que he vivido, vivido ha quedado ya.

El diez me manda palante, y en el Once, ya al final, me mando vivir sin prisas, y dejarme de mandar, pues mientras manda la vida, todo lo que queda atrás es una historia sentida, un ahora que aquí está y un mañana que, sin prisas, nunca acaba de llegar.

Publicado en Lepe Urbana, julio de 2008.

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15 junio 2008

¿Suerte?

Si deambulaba por la calle ciego, ebrio de entusiasmo, de ira, poseído con vehemencia de una pasión… no era por el efecto del alcohol, ya que no era fin de semana. Su dicha se debía a otra circunstancia. Bajó las escaleras de dos en dos, de lado a lado, hasta llegar al soportal que cubría la entrada principal de su vivienda. Tomó asiento en el umbral y se relajó a la sombra del junio menos caluroso, en todos los sentidos, de su vida. Apoyó su espalda en la puerta y se estiró recreándose en lo vivido una y otra vez, no podía creer aún lo que le acababa de pasar.

Hacía tiempo que ya no creía en la suerte. Desde que tenía uso de razón, la suerte parecía haberlo abandonado por completo. Recordó todas y cada una de las veces en las que había deseado que le pasara algo parecido. En todas y en cada una de las veces en las que no había podido realizar aquello que más deseaba. En todas y en cada una de las ocasiones en las que sus amigos habían gozado de eso mismo de lo que él quería gozar… Pero la suerte siempre le daba la espalda. Parecía preferir a todo el mundo menos a él. Pero por fin tocaba a su puerta, por fin se iban a acabar tantos años de mala fortuna, de sueños interrumpidos por pesadillas, de devaneos entre pitos y flautas por culpa de tantos malos ratos.

Pensó que de todas formas quizás siempre estuvo equivocado. A lo mejor no era que la suerte no lo quisiese, sino que lo estaba esperando... Sí, porque la verdad, esa inmensa suerte sólo debe de darse una vez en la vida. Inspiró, tomó aire y se dispuso a contar la buena nueva a su familia. Dentro de su casa, halló a su padre cosiendo la red que daba de comer a su familia. ¡Papá! Gritó el joven. Lo he conseguido por fin. No te lo vas a creer. Acabo de vender, acompañado de toda la suerte que nunca he tenido, ¡la furgoneta de gasoil para comprar una a pilas!

Publicado en Lepe Urbana, junio de 2008.

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16 mayo 2008

Reinterpretación del swing

No se detiene el reloj, nunca. No infringe las normas. Cumple los horarios, aunque a su manera. Trabaja multiplicándose y por eso tiene que dividirse. Y no se detiene el reloj. Es un cero en medio de una fiesta unos. Es un decimal, también. No aplica las enseñanzas en el momento preciso, ni siquiera las absorbe, así que mal puede aplicarlas. Eso es cierto. Aunque tampoco tiene certezas. Quizá una: que no se para el reloj. Es más, no se para ni para cambiar la hora, pero no hay necesidad de hacerlo porque quizá, sólo quizá, el sol sea un amigo descubierto cuando una vez creía que no. El sol nunca fue enemigo. Ahora quizá, sólo quizá, lo sea la luna. O quizá no tenga amigos. Pero el reloj sigue sin pararse, luego, sigue, sin más. No se detiene. Como no se detuvo cuando vio sin mirar que no tenía ojos para observar. Ni para leer. Por eso no aplica las enseñanzas. Por eso no aprende tampoco.

No se detiene el reloj. Es simple, es impreciso, es perceptible, es, al cabo, luego existe a veces sin pensar, destrozando la norma cartesiana. Por eso no aplica las enseñanzas. Nunca fue un segundo antes de que fuera siempre. Quizá no se entienda, pero se colige. Vaya palabra. Cólich, como si fuera anglosajona. Eso mismo. Qué le gustaría, sí, poder aplicar las enseñanzas. O por lo menos aplicarse de aquella manera. Para poder anglosajonearse de forma absolutamente nórdica y entender por fin las sagas. Pero no tiene sentido, no es cartesiano, no piensa luego existe. Existe, sin más y sin dudas, como un valle. Lacrimarum Valle. Qué triste y qué tedioso. Pero qué importa, si no se detiene nunca el reloj.

Avanza el reloj, siempre. Hacia las alamedas abiertas del hombre. Una flecha que apunta hacia el hombre. Mejor. Que sale del valle de lágrimas y sube la montaña, hasta la meseta de alamedas abiertas, por donde pasea el hombre libre. Aquello que nunca derribarán ni relojes ni descendientes anglosajones, aunque siempre sea 11 de septiembre de 1973. Posee la historia, es suya, de ellos y la hacen ellos, adelantando las horas, enterrando el valle en cal viva, en rabia pero nunca en odio. Romperá las enseñanzas. Al final, vencerá: mirará su muñeca y el dinosaurio ya no estará allí.

Publicado en Lepe Urbana, mayo de 2008.
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07 mayo 2008

De Buena Fe

La fe, la Buena Fe, es una capacidad intelectual nada fácil de adquirir, y que, bien aplicada, se convierte en la mayor virtud con la que entrar, sin miedo, en los huecos oscuros de la existencia. La Buena Fe, siempre domeñada por la mala; siempre latente, pero sólo al alcance de algunos elegidos.

Protegido por la coraza con la que la Buena Fe moldeaba su capacidad de pensar, el hombre de la media sonrisa asumía el dolor con la inteligente resignación de los elegidos; de aquellos que saben que ningún momento fugaz más de su existencia tomará cariz de felicidad; de los que, arrebatados de vida, abren las compuertas del alma. El hombre de la media sonrisa tenía que reenfocar su vida, y la de los suyos, desde la muerte. Lo miró fijamente a los ojos… Lo odió para siempre… Lo hubiera matado en ese momento… Pero la Buena Fe lo hizo respirar, y buscar en su mente, cargada de motivos para acabar con él, el lugar accesible a los elegidos. Cerró la puerta y regresó a casa, donde la familia necesitaba, más que nunca, de la paz del hombre de la media sonrisa. La culpa será con él, pensó, desterrando infiernos inventados y aferrándose al convencimiento de que más sufren los que hacen el mal que quienes lo padecen.

La fe, la Buena Fe, había introducido a Dios en su mente, haciéndolo Dios a él. Le había dado razones para vivir más allá de la venganza; le había dado la virtud de una fuerza que nunca quiso separarse de él. El asesino de su hija había sido detenido, y el hombre de la media sonrisa pidió la justa justicia. Su nombre, Juan José Cortés; la mayor flor de su jardín, Mari Luz, había sido arrancada sin piedad del lado de un padre que, armado de Buena Fe, nos ha dado a todos razones para creer que en el maldito mundo de sombras en el que habitamos, siempre queda un hueco para una media sonrisa. Que Dios le bendiga mucho…

Publicado en Lepe Urbana, abril de 2008.

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08 abril 2008

Paranoias de un paleto

La niña de Rajoy es mi hija. Nació fruto de un incesto, es decir, que la concebimos, mi Mariquilla y yo, en el interior (de ahí el prefijo in) de una canasta muy grande que íbamos a utilizar para coger "longuerones". Lo siento mucho, la vida es así, no la he inventado yo; como decía la canción de mi ídolo de la juventud: Camilo Sesto. Y como la vida es asín (adverbio masculino vulgar recogido por el diccionario de la R.A.E.) pues asín es, y la niña es mía.

Como coger "longuerones", al fin y al cabo, no dejaba para mucho más que para una telera y unos posos de achicoria, pues… ¿para qué perder el tiempo si "la jambre" era la misma? Y las hormonas de la juventud hicieron el resto. ¡Quién me iba a decir a mí que se iba a hacer famosa, con lo fea que es la "joía"! ¡Qué sorpresa nos llevamos cuando la nombró Rajoy! Le faltó decir su nombre: Juanita. ¡Eso sí que es un político cercano, no como el "chipichanga" de Zapatero!

Cuando dijo que tenía una familia, mi Mariquilla y yo nos miramos y preparamos la papeleta para las elecciones. Cuando habló de la vivienda sonreímos felices bajo el techo del pisito que nos ha regalado el alcalde por votarlo; menos mal que al fin pudimos salir de casa de mi suegra después de 50 años viviendo con ella, que no se lo deseo a nadie. Y ya cuando se refirió a unos padres con trabajo lloramos de emoción al acordarnos de los "longuerones" y del trabajo que nos cuesta sacarla para delante todos los días, porque pesa la "joía" cerca de dos quintales y no hay quien la saque de casa como no sea a empujones. En lo único que se equivocó nuestro próximo presidente fue en el lugar de nacimiento, que no supo concretarlo muy bien. La niña nació, nueve meses después de ser concebida, en la banda derecha del estero "la crú" mirando desde el puente de Nueva Umbría al Río Piedras. Y no vota, pero rueda de puta madre.

Publicado en Lepe Urbana, marzo de 2008.
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